20 jun 2007

Princesa Sideral



Se dejó llevar por su andar,
Bajo el cielo ámbar y esmeralda, de la noche invernal.
Caminó junto al lago, de profundo azul terrenal.
Se sintió pequeña, bajo la luz de los astros milenarios,
De la bóveda eterna, que cobijaba su frágil humanidad.
Una estrella de luz somera, majestuosa guerrera,
De las tinieblas cautiva, aquí en la tierra.

La brisa suave del valle, acariciaba su rostro,
Una ola del lago, salio de repente y tomando su mano,
La invito a caminar.
Por mundos de sueños calidos, de esos que para muchos
No al alcanzan a ser real.
La brisa nocturna, romántica eterna,
Urdió con las nubes un camino de estrellas

La mano de agua la guió hasta la escala astral,
Bajo sus pies descalzos las estrella volvieron a iluminar la noche.
Lentamente la princesa guerrera, subió hasta el infinito de la creación.

Con sus manos consoló a la luna, que lloraba acongojada,
Por el amor del sol.
Con sus labios besó al sol, que muy triste se apagaba,
Por no estar junto a su amor.
Siguió camino, en medio del firmamento.
Los astros felices de tenerla junto a ellos,
Rompían la oscuridad del cielo nocturno,
Con sus mejores destellos multicolores.

Un espectro de luz que salía a su encuentro,
Ordenó a los cometas,
Que bailaran para ella.
No hubo resistencia, todos la querían saludar.
Miles de cometas por el cielo, en una lluvia astral,
De fuego, color y amor,
Por la princesa sideral.



De pronto silencio, el cielo enmudeció.
Una voz de las tinieblas, rompió la ronda astral.
Ven princesa guerrera, ven junto a mí para gobernar.
Dijo la voz, de un dios inmortal.

Ella volvió su mirada, hacia la profundidad de la oscuridad.
Llevo sus manos al corazón y respondió la invitación.
No es mi sueño gentil señor, gobernar en la inmortalidad,
Solo deseo amar y encontrar la felicidad.

Ven a mi lado hermosa guerrera, yo te amaré por toda la eternidad.
Lo siento mi amable rey, ya mi corazón lo entregué.
Qué rey ha sido el afortunado, de merecer tanto placer.
Preguntó el dios de la oscuridad.
No es un rey, el dueño de mi amor.
Mi corazón, lo he entregado a un simple mortal.
Respondió la princesa, con un brillo en su mirar.




¡Un mortal!, sentenció el señor de la noche eterna.
Como un estruendo, su voz recorrió, cada rincón de la bóveda astral.
Truenos de furia, iluminaron la silueta de los astros,
Hasta casi tocar a la princesa.
No hay mortal alguno, que merezca el amor de una princesa sideral.
Seres imperfectos, muy lejos de la inmortalidad.
Replicó el señor.
Mi gentil señor, dijo la princesa.
Sea mortal o inmortal, uno no elige a quien amar.
Solo ama y al amar sin egoísmos, puede alcanzar la perfección.

Sabias palabras dulce dama.
Te pido, que cuando vuelvas a venir, por nuestra humilde morada.
Traigas contigo, aquel mortal que tanto amas.
No es necesario mi señor,
Porque el, siempre me acompaña,
Justo aquí,
Señaló con su mano, el centro de su corazón.
El va conmigo, por donde yo vaya.
Aun, con su imperfección tan humana.
Yo sé, que él me ama.


Ya es hora de volver a mi hogar,
Que es la Tierra.
Quizás mañana, os vuelva visitar.
Vuelve pronto, dulce princesa guerrera incansable,
Del amor y de la paz, dijo un coro de cometas en la bóveda universal,
Que los seres de la Tierra, algún día te entenderán,
Dijeron al unísono, las estrellas milenarias.



Bajó la escala astral, ya sin pesar.
Una luz distinta, en el brillo de sus ojos, le entregó paz.
Una ola del lago, tomo su mano y la recibió en su morada.

La noche ya se acaba, dulce dama de luz,
Le dijo la luna, que se alejaba.
En un guiño las estrellas, le decían hasta mañana.
La princesa, caminó rumbo a su hogar.

Detrás dejaba, el Universo y la Eternidad,
Por el amor de un mortal.