Recorro largos caminos,
desde que anochece,
hasta bien entrado el amanecer.
Voy por cada rincón,
de esta casa,
viajo en silencio, casi sin hacer ruido,
buscando, en cada cajón
de mi memoria,
una respuesta o quizás
mis propias preguntas,
que alguien responderá.
Entre las sombras, distingo
tu silueta,
parece que el tiempo,
por tu cuerpo nunca paso.
El brillo de tus ojos,
ilumina mi oscuridad,
guía mis pasos,
entre las sombras
Y tu vanidad.
Perdido en la oscuridad,
de mi alma
y las tiniebla de mi soledad,
te tomo entre mis brazos.
Danzamos, sin reproches.
Una caricia, escapa sin vacilar,
el cuerpo tibio de tu recuerdo,
el frió sabor de tus labios,
la sal de tu sudor
o la amargura de mi dolor.
Pero aquí, no hay nadie.
Ya no hay fotografías,
ni muebles.
Ya no hay nada entre los dos,
recuerdos sin memoria,
de un amor casi irreal.
No hay nadie en este cuarto,
tú ya no vendrás
y yo partiré sin regresar.
Una historia de amor, desesperada,
se suicida antes de empezar.
La noche ya se va
y con ella, nos vamos tú y yo.
Solo un par de ánimas,
viajando por un tiempo,
un sentido amargo del reloj.
Quizás buscando un momento,
mejor, un motivo de amor.
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